Existen días en los que el frió invernal gana la partida. Días en los que la esperanza y las fuerzas mandan postales desde nueva york y sin ellas dos el viaje se hace largo y cree me aquí las azafatas no sirven cacahuetes, ni existen los pilotos expertos que con hábiles maniobras salvan a su tripulación de una muerte segura y salen en el telediario.
Aquí en vez de television en los pasillos se pueden observar electrizantes carteles de luces de neón, los carteles de luces de neón mas tristes con frases como "vamos a morir todos" o "la metrópolis es incapaz de sentir emociones humanas". En este momento la escena se llena de oportunistas que sacan provecho de la situación. Banqueros que quieren tus ahorros para conceder las hipotecas mas largas del mundo a futuros clientes, empresarios de pompas fúnebres que prometen el epitafio mas hermoso y las lágrimas mas sinceras que una plañidera puede fingir, algún pícaro buscándose la vida y un borracho que casi sin dientes llora de risa pero sin saber ciertamente de que.
En este viaje absurdo todos los pasajeros estamos preguntando aterrados a donde cojones vamos y mientras un cura y un iman discuten y terminan peleándose en medio del pasillo. Las azafatas ríen y bailan mientras algunas ancianas se santiguan sin parar.
El piloto anuncia que se acerca la hora del gran impacto y todos los pasajeros callan. Irónicamente entre risas las azafatas piden que nos pongamos la documentación en la boca para que después se nos pueda reconocer. Saco mi DNI y solo veo numeros. De repente los pasajeros se deshacen en cifras, mientras señores de traje pasan corriendo firmando papeles a una velocidad de vertigo.
Finalmente me despierto y todo esto a sido un sueño absurdo pero muy real. Me froto los ojos mientras miro con relax que el metro va haciendo trompos por en medio de la plaza mayor de algun pueblo.
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