He de reconocer una cosa, este proyecto se me esta yendo de las manos, salvo los primeros días casi no he escrito. Cuando me puede la rutina (casi todos los días) se me anulan todas las ideas y la escritura automática no sale. Las ideas siempre están mejor en la cabeza que en el mundo, como si fueran bebes en gestación. Pero todo esto tiene una solución simple: "seguir escribiendo".
Lo que ahora os traigo es una pequeña joya,un cuento que guardo desde hace muchos años y que he versionado muchas veces sin llegar a publicarlo. Un cuento precioso con aires del sur. Un cuento que como todos los cuentos esta hecho para ser contado, así que es inútil hablar de el. Aún así se que es un cuento que merece la pena ser contado, ser releído, ser compartido. Espero que lo disfrutéis.
Cuenta la antigua historia que en el lejano sur existía una pequeña familia que vivía en el desierto. Un joven hijo del jefe de aquella tribu, Tarik, no conocía otra cosa que las dunas del desierto, el sol y el cielo. De las primeras no es justo decir que las conociese porque siempre cambiaban de forma, en cambio el Sol y el cielo eran los mismos, desde el mismo instante que Tarik había nacido e incluso miles de años antes.
Tarik cansado ya de tanta rutina, joven e inquieto siempre soñaba con alejarse de aquella monotonía, de poder vivir. Todas las noches pedía a las estrellas que le sacaran de aquel sitio eternamente estanco. Y tras años pidiendo se dio cuenta que nunca obtendría respuesta, así que probo a implorar al Sol. Y así todos los amaneceres Tarik se arrodillaba ante el naciente Sol y pedía una vida de aventuras, una princesa a la que salvar, un villano al que derrotar, un tesoro que encontrar... Cualquier cosa que no fuera desierto,
Una noche tras amanecer un misterioso hombre llego hacia el campamento, solo entre el desierto. Como ya sabéis en el desierto la hospitalidad es una ley sagrada, así que la tribu invito a unirse a aquel misterioso hombre. Aquel hombre fue a dormir a una tienda y desapareció. Tarik sintió el impulso repentino de seguirle movido por la curiosidad. Cuando el extraño se dio cuenta le dijo, sigueme hacia fuera de las haimas.
El hombre estaba tapado hasta las cejas por una túnica negra y un turbante y apenas había probado bocado de la cena. Sus conversaciones eran largas y profundas, se notaba que aquel hombre había visto mundo.
El hombre le dijo a Tarik.
-Aquí estoy,tu me has llamado,he oído tus suplicas todas las noches mientras dormía y todos los días mientras despertaba. Hoy he venido hasta aquí sacrificando mi sueño para darte un regalo.
- No puedes ser el Sol.
El hombre se quito el turbante y descubrió su rostro. Era un anciano con un cabello rubio platino y la cara llena de arrugas. Sus ojos eran claros y azules.
- Si lo soy Tarik, ahora dejame hablar antes de marchar a dormir. Voy a darte un gran tesoro de valor incalculable, un tesoro que pocos hombres conocen, de una riqueza tan inmensa que nadie podría comprartelo. Pero a cambio debes de hacer una cosa.
- ¿Que debo de hacer o Gran Sol?
- Debes buscarme, hallarme mas allá del horizonte, puede que des mil vueltas, que recorras el mundo cien veces y que quieras rendirte mas de cincuenta. Cuando estés preparado bajaré, como hoy, a buscarte y a entregarte tu recompensa.
- Cogeré pues todas mis pertenencias e iré en tu búsqueda para alcanzar tal tesoro.
Tras acabar la conversación el sol se fue por donde había venido hacia la media noche.
Y pasaron los años y Tarik que partió solo recorrió el desierto, escalo montañas, cruzo ríos, cruzo océanos, cruzo bosques y selvas, visito templos, castillos, ciudades llenas de gente, visito todas las maravillas del mundo.
Tarik contemplo casi todas las cosas que puede ver un humano, contemplo lo bueno, lo malo, el vacío. Contemplo miles de ojos tan profundos como el cielo. Conoció el amor, la rabia, el odio, la clemencia, la envidia... Conoció la guerra y el hambre. Conoció la grandeza del hombre, vio a grandes personas levantar imperios, grandes edificios y catedrales que engrandecían la gloria del hombre. Contemplo miles de cielos tan distintos al de su tierra. Vio animales de todas las formas y tamaños, muchos mas hombres que el propio hombre.
Tarik contemplo el mundo en toda su inmensidad y extensión siguiendo siempre al Sol.
Pero como todas las vidas de los hombres, la de Tarik llegaba a su fin y harto de ir detrás del Sol en pos de un tesoro que cada día le era mas lejano e imposible decidió rendirse. Así que cogió a toda su familia y volvió a su pequeño desierto con su vieja tribu, en la cual fue un anciano venerable (no sabéis cuanto son queridos y cuidados en el sur los ancianos) y como tal vivió.
Una noche de entre tantas, en la que Tarik estaba reposando solo en su haima, luchando contra los dolores típicos de la vejez, vino a visitarle un hombre. No era un hombre de la tribu, pero si era un viejo conocido, un digamoslo demasiado conocido. Era el Sol.
- ¿Así que has decidido rendirte y clavar tus raíces en la tierra, despreciando mi tesoro y renunciando a luchar como un cobarde? ¿Con que dignidad y orgullo pasaras el resto de años que te quedan?
-No me hables así, gran Sol, traidor y mentiroso. Toda mi vida he dedicado yo a seguirte y no he visto ni una pequeña parte de el tesoro que me prometiste.
El sol se carcajeo.
- No me hagas reír. Acaso has estado siempre ciego ¿No te he dado ningún tesoro dices? ¿A pesar de tantos años siguientes? Ha sido gracias a mi que has descubierto el mundo. Has visto cosas que nadie ha visto, cosas pequeñas, grandes, buenas, malas, hermosas y horrorosas. Has conocido a gente, has dejado trozos de ti por todo el mundo. Has visto mares y tierras. Has tenido en tus manos todo este tiempo un tesoro incalculable, algo que yo solo he sido capaz de ver. ¿Acaso has sido tan ignorante de pensar que el tesoro esperaba al final y no en el propio camino?
Entonces el anciano rompió a llorar y respondió al Sol.
-En realidad he estado muy ciego, pero lo he visto todo.He visto el mundo. Y mira mi cara, no puedo retener mis lágrimas por la simple acción de intentar si quiera comprender, rozar o estimar una mínima parte de su belleza. He ido siempre detrás de una fortuna siendo yo afortunado.Y ahora que me doy cuenta te doy gracias gran Sol, por todo lo que me has alumbrado a través del camino. No pienso quedarme ni un día mas sin poder contemplar el resto.
Así pues cuando el Sol se fue a media noche y amaneció, Tarik y su tribu se arrodillaron ante el Sol y prosiguieron su marcha por muchos, largos y prósperos años hasta el final de los tiempos.
"No importa lo largo que sea el camino, lo duro, lo horrible o lo bello que sea. Lo lejos o cerca que quede el final no importa. Lo que importa es el camino, que es un regalo que se nos ha dado."
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